Nuestros hábitos de consumo tienen un impacto en el planeta, en nuestra salud, en las prácticas laborales y en los métodos productivos. Al analizar nuestros patrones de adquisición y su impacto en distintas áreas podremos ser consumidores con soberanía, donde productores y compradores se unen en un proceso de cambio en el que prevalece el compromiso de incentivar la economía local y la responsabilidad con la naturaleza a partir del consumo ético.